Veintiuno de diciembre de 2006. La televisión estatal anuncia una y otra vez la muerte del presidente de Turkmenistán, Saparmurat Niyazov. “Estamos todos en estado de shock”, declaraba entonces a la Agencia France-Presse un alto dirigente gubernamental. En Bouygues también cunde la consternación. Y con razón.
Instalado desde 1994 en esta república gasera de Asia Central, el grupo francés de la construcción veía así desaparecer un cliente fiel. El Turkmenbachi, autoproclamado “padre de los turcomanos”, nunca había reparado en gastos. Potentado megalómano que reinó con mano de hierro sobre una población reducida a la servidumbre, Niyazov no cesó de inundar la capital de edificios prestigiosos. Un opulento palacio presidencial, ministerios suntuosos, un banco central en forma de lingote, una casa de periodistas adornada con su perfil, etc. Prestatario diligente, Bouygues cubrió la capital Asjabad con un manto de lujo. En el transcurso de las dos últimas décadas, la empresa francesa ha (...)