El Monumento del Holocausto en Berlín, el Parque de la Memoria en Buenos Aires, el Museo-memorial de la Shoah de Drancy, el stupa [monumento funerario budista] por las víctimas de los jemeres rojos, el Museo del 11 de Septiembre en Nueva York… Todos estos sitios tienen menos de diez años y son testimonio de la voluntad de anclar la memoria en lugares simbólicos. La particularidad de estos nuevos espacios es que todos tienen que tener en cuenta el hecho turístico desde su concepción, ya que cada vez son más los visitantes que no tienen un vínculo directo con la tragedia evocada.
En el Somme, cerca de doscientos mil turistas pasan cada año para recorrer los lugares de la batalla que enfrentó a franceses y británicos contra las tropas alemanas entre julio y diciembre de 1916. La mayoría de los visitantes (casi el 60%) es originaria de la Commonwealth (Mancomunidad de Naciones). (...)