Poco a poco, las sociedades industrializadas se han instalado en la “aldea global” a la que Marshall McLuhan dio su nombre profético en 1967: para una parte creciente de las actividades cotidianas, todo el mundo depende de la misma red de Internet libre y abierta. Pero cuando aparecen objetivos militares en el ciberespacio, la vida civil se encuentra en primera línea. Esta situación, retomando las palabras de la estrategia francesa de defensa y de seguridad de los sistemas de información, hace del ciberespacio una “nueva torre de Babel” y, a la vez, unas “nuevas Termópilas”. Ahí se vive y se combate de forma simultánea.
En este ciberespacio, la multiplicación de los conflictos estatales es llamada a menudo “ciberguerra” a pesar de que ningún acto de violencia informática ha desencadenado todavía ningún conflicto armado. El nombre atrae tanto más cuanto que resuena con el contexto cultural que, sobre todo a partir de (...)