Hay (por lo menos) tres temas que un periodista de Le Figaro debe abordar con prudencia, con deferencia o con reverencia: Moët Hennessy Louis Vuitton (LVMH), el grupo de Bernard Arnault, porque el sector del lujo es uno de los principales anunciantes en prensa; Publicis y su presidente-director general, Maurice Lévy, por las mismas razones; y finalmente, Dassault Aviation, porque –como el propio diario conservador señala al final de cada artículo que habla del Falcon o del Rafale– “el grupo Dassault es propietario de Le Figaro”. Lo que quiere decir que, en materia de venta de armas –un tema suculento para quienes están interesados en complicidades políticas y sobornos–, un periodista de Le Figaro nunca será un buen candidato para ganar el premio Albert-Londres de periodismo.
Su trabajo no es grato: anunciar buenas noticias, incluso cuando son malas; engrosar las cuentas de la empresa; minimizar el peso del dinero público y (...)