Los preámbulos y otras partes de los tratados europeos que tratan sobre los valores y los objetivos de la construcción comunitaria no son, parecería, lectura cotidiana de los dirigentes de los Veintiocho. Hacen falta circunstancias excepcionales para que esos textos llenos de buenas intenciones y de votos piadosos irrumpan en el debate público. Tal ha sido recientemente el caso del brexit –la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE)–, que se resolverá mediante el referéndum convocado para el próximo 23 de junio.
Entre las reivindicaciones de David Cameron figuraba, efectivamente, el cuestionamiento de una cláusula presente en todos los tratados europeos desde el Tratado de Roma de 1957 que estipula que los Estados miembros estaban “resueltos a sentar las bases de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos europeos”. Como era políticamente imposible modificar esos tratados, sus socios tuvieron que convencer al Primer Ministro británico de que (...)