¿Escribir sobre el cincuentenario de la muerte de Frantz Fanon después de haber conmemorado el de la masacre de los argelinos arrojados al Sena el 17 de octubre de 1961 y después de celebrar el de la independencia de Argelia, que todos esperábamos de pie firme? Unas pocas palabras no serán suficientes. Ni tampoco muchas. Se necesitaría una buena parte de contradicción capaz de volver palpables vidas, seres. En esta misma tensión ya reside parte de la violencia de la que tanto se va a hablar a propósito de Frantz Fanon.
Porque es en principio “embarazoso” que el discurso del rebelde entre en un escenario mundial esterilizado de antemano por el discurso de las guerras de “muerte cero”. En un dron Fanon, no tendría butaca. Y en las montañas afganas o en las arenas del Sahel, no es él quien se equivoca. Es la violencia que lo ha copado todo, como (...)