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En defensa de Julian Assange

Desde que fuera expulsado de la Embajada de Ecuador en Londres, donde se encontraba sometido a una vigilancia constante por parte de la CIA –la Audiencia Nacional española ha iniciado una investigación judicial contra la empresa de seguridad española Undercover Global SL por haber colaborado supuestamente en estos hechos–, Julian Assange ha estado detenido por las autoridades británicas hasta que se celebrase el juicio sobre su posible extradición. Finalmente, este proceso se inició el pasado lunes 24 de febrero. A lo largo de esta semana, el tribunal escuchará los argumentos de las partes y aplazará el juicio hasta mayo para examinar las pruebas. Todo parece indicar que la decisión final tardará varios meses. Previsiblemente, Assange deberá continuar retenido en la prisión de alta seguridad de Belmarsh.

En caso de que finalmente sea extraditado a Estados Unidos, Assange podría ser condenado a más de un siglo de cárcel en virtud de la Ley de Espionaje. Sería esta la primera vez en la historia en que la Ley de Espionaje se emplea contra un periodista, profesión que le niegan los tribunales estadounidenses. En opinión del informante Edward Snowden, quien también se encuentra en el punto de mira de la Ley de Espionaje estadounidense, este caso va a decidir el futuro de los medios de comunicación en general.

El Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Tortura, Nils Melzer, advirtió el pasado 1 de noviembre que la “continua exposición a la arbitrariedad y los abusos” de la que es víctima Julian Assange “podría costarle pronto la vida”.

Desde Le Monde diplomatique queremos mostrar nuestra solidaridad con el fundador de WikiLeaks, por ello hemos movilizado a toda nuestra red internacional. A continuación pueden leer el editorial que nuestro director Serge Halimi escribió sobre Assange en diciembre de 2018. También tienen a su disposición el análisis que realizara para nuestra publicación Juan Branco, miembro del gabinete jurídico que defiende al australiano, y que publicamos en mayo de 2019.

Editorial, por Serge Halimi, diciembre de 2018

Orgulloso como Artabán, sonriente, rodeado de unos cincuenta fotógrafos y cámaras, Jim Acosta efectuó, el pasado 16 de noviembre, su regreso a la Casa Blanca a bombo y platillo. Unos días antes había perdido su acreditación de corresponsal de Cable News Network (CNN), pero la Justicia estadounidense obligó al presidente Donald Trump a anular la sanción. “Era una prueba y la hemos superado –fanfarroneaba Acosta–. Los periodistas deben saber que en este país, la libertad de prensa es sagrada y que les ampara la Constitución [para] investigar sobre lo que hacen nuestros gobernantes y nuestros dirigentes”. Desvanecimiento de la imagen, música, happy end

Julian Assange, refugiado desde hace seis años en la embajada de Ecuador en Londres, probablemente no haya podido seguir en directo en CNN este desenlace tan emotivo. Su existencia se asemeja a la de un prisionero. Prohibición de salir, so pena de ser arrestado por las autoridades británicas y, seguramente, extraditado a continuación a Estados Unidos; comunicación reducida y humillaciones de todo tipo desde que, para complacer a Washington, el presidente ecuatoriano Lenín Moreno decidiera endurecer las condiciones de estancia de su “huésped” (véase "El regreso del neoliberalismo a Ecuador").

La actual detención de Assange, así como la amenaza de algunas décadas de prisión en un centro penitenciario estadounidense (en 2010, Trump expresó su deseo de que sea ejecutado), se deben al sitio web de información que dirige. WikiLeaks se encuentra en el origen de las principales revelaciones que han incomodado a los poderosos de este mundo desde hace unos diez años: imágenes de crímenes de guerra estadounidenses en Afganistán y en Irak, espionaje industrial de Estados Unidos, cuentas secretas en las islas Caimán, etc. La divulgación de un cable diplomático secreto del Departamento de Estado estadounidense en el que se calificaba la dictadura del presidente tunecino Zine el Abidin Ben Alí de “régimen que sufre de esclerosis” y de “cuasi mafia” hizo que esta cleptocracia amiga de Washington se tambaleara. También desde WikiLeaks se reveló que dos dirigentes socialistas franceses, François Hollande y Pierre Moscovici, acudieron a la embajada de Estados Unidos en París, el 8 de junio de 2006, para lamentarse de que el presidente Jacques Chirac se opusiera con tanta firmeza a la invasión de Irak.

El ensañamiento de las autoridades estadounidenses con Assange se ve alentado por la cobardía de los periodistas que lo abandonan a su suerte, incluso que se deleitan con su infortunio

Sin embargo, lo que menos le perdona la “izquierda” a Assange es la publicación, en su sitio web, de los correos “hackeados” de la campaña de Hillary Clinton. Al considerar que este caso favoreció los propósitos rusos y la elección de Trump, olvida que WikiLeaks desveló primero las maniobras de la candidata demócrata para sabotear la campaña de Bernie Sanders durante las primarias de su partido. Por aquel entonces, los medios de comunicación de todo el mundo no se privaron de transmitir esta información, como lo hicieron en casos anteriores, sin que por ello se equiparara a sus directores de publicación con espías extranjeros ni se les amenazara con acabar en prisión.

El ensañamiento de las autoridades estadounidenses con Assange se ve alentado por la cobardía de los periodistas que lo abandonan a su suerte, incluso que se deleitan con su infortunio. Así, en la cadena MSNBC, el presentador estrella Christopher Matthews, excacique del Partido Demócrata, se atrevió a sugerir que los servicios secretos estadounidenses deberían “actuar al estilo israelí y secuestrar a Assange”...

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Serge Halimi

Consejero editorial del director de la publicación. Director de Le Monde diplomatique entre 2008 y 2023.