Leer y releer la Declaración Universal de los Derechos Humanos, setenta años después de su adopción por Naciones Unidas en París, siempre es un ejercicio útil, ya que este texto sigue ofreciendo aún en la actualidad la visión más progresista de lo que podría ser nuestro mundo. En la celebración de este aniversario, sería lógico subrayar los innegables progresos que hemos conseguido juntos durante todos estos años para transformar esta visión en una realidad. Pero la honestidad nos obliga a afirmar que la intolerancia aumenta, que las desigualdades extremas se propagan mientras los Estados se muestran incapaces de tomar colectivamente las medidas necesarias para afrontar las amenazas globales. Nos encontramos exactamente en la situación que los países signatarios de la Declaración se habían prometido evitar.
No nos contentemos, pues, con una celebración y aprovechemos esta ocasión histórica para realizar un balance y esforzarnos en hacer que los derechos humanos sean una (...)