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Glucksmann: el otro Macron

por Pierre Rimbert, diciembre de 2018

Tiene treinta y nueve años, títulos llamativos, una intensa mirada y ganas de cambio. Rodeado de jóvenes empresarios y de “abanderados” procedentes de la “sociedad civil”, pone en marcha un “movimiento político” destinado a “salvar las democracias liberales” amenazadas por la “insurrección populista”. Porque es nuestro proyecto, exhorta, “ahora nos toca avanzar”.

Tras la formación de Emmanuel Macron, he aquí Place Publique (“Plaza Pública”), fundada en noviembre por el ensayista Raphaël Glucksmann. Uno domina la centroderecha; el otro ocupa la centroizquierda, donde la desintegración del Partido Socialista deja un vacío y a unas clases medias cultas desamparadas. ¿Desde dónde se va a proclamar ahora que ya no funciona nada y que hay que cambiarlo todo –salvo lo esencial: las estructuras económicas y sociales–? Con Les Enfants du vide (“Los hijos del vacío”, editorial Allary), el libro-manifiesto publicado este otoño, Glucksmann ha llenado ese abismo de golpe. De L’Obs a L’Humanité pasando por Mediapart, se rifan al hombre providencial. Se encuentra como en casa en France Inter, se le alaba permanentemente en Le Monde, en la portada de Libération o de Politis. Personalidades socialistas, ecologistas o comunistas proyectan en su rostro risueño sus aspiraciones contenidas. Glucksmann ha comprendido que no hay nada que le guste más a su público meta que darse golpes de pecho, triturar su remordimiento de conciencia, rumiar sus fracasos y remediarlos con recetas siempre idénticas, pero con una capa de pintura de los colores de moda –en este caso, el verde–. Como anillo al dedo: Raphaël, que se ha equivocado a menudo, escenifica confesiones y conversión. En L’Obs (4 de octubre de 2018) revela: “Tengo que volver a aprender a abnegarme”. Un programa ambicioso.

Aquel que fue, por turnos, admirador de Nicolas Sarkozy en 2008, coordinador de la revista neoconservadora Le Meilleur des mondes, asesor del presidente georgiano neoliberal y atlantista Mijail Saakachvili; aquel que admitía de buen grado: “Nunca me ha apasionado manifestarme por las jubilaciones” (M Le magazine du Monde, 22 de marzo de 2014) y declaraba en la primavera de 2017 estar “orgulloso” de la elección de Macron, reivindica en la actualidad Occupy Wall Street y habla de “nosotros” cuando hace referencia a la izquierda. “Nos hemos olvidado por completo de la cuestión social”, admite. “Mi software de pensamiento ha contribuido a formar el callejón sin salida en el que nos encontramos en la actualidad” (Mediapart, 14 de noviembre de 2018). La actualización del “software” mencionado copia-pega las constataciones efectuadas desde hace lustros por aquellos contra los que Raphael luchaba antaño: “Vemos cómo las empresas multinacionales rechazan las leyes de las naciones y buscan imponer las suyas. Vemos cómo los bancos rescatados con dinero público maquillan sus cuentas y esconden sus fondos en paraísos fiscales”. A todo esto se añade la amenaza de la destrucción del planeta por el cambio climático.

Entonces, ¿qué hacer? Contra “las anticuadas ideologías, los viejos partidos, las antiguas estructuras”, contra las desigualdades y el cambio climático, Glucksmann propone más participación ciudadana, más ecologismo, más Europa. “Asumimos el horizonte de una República Europea”, escribe. Pronto hará cuatro décadas que “abanderados” tan vivarachos como Valéry Giscard d’Estaing y François Bayrou, Daniel Cohn-Bendit y Bernard-Henri Lévy recitan los elementos de este credo. Los abuelitos del vacío han encontrado a su heredero.

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Pierre Rimbert