“¿Quiere que vayamos a votar? ¡Nunca! ¡Son todos unos ladrones!”. Para Houcine Djamal, Driss Kaddour y Abdou Khalil, los políticos sólo están ahí “para llevarse el dinero”, por lo que está fuera de cuestión participar en las elecciones legislativas de este mes de octubre. Los tres amigos, que rondan la treintena, nacieron en Juribga, a 150 kilómetros al este de Casablanca. La región, conocida por sus minas de fosfato, sólo cuenta con un empleador, la Office Chérifien des Phosphates (OCP), primera empresa del país con 21.000 empleados y segundo productor mundial de este preciado fertilizante, después de China. “Cuando eres obrero en la OCP, ganas 10.000 dirhams al mes [920 euros] y, además, tienes ayudas [para el alojamiento y sanidad]”, explica Houcine Djamal con los ojos llenos de envidia. Su padre, ex trabajador de la OCP, falleció hace mucho tiempo debido a un cáncer causado, según su hijo, por la (...)
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Marruecos, un país petrificado por su rey
Las elecciones legislativas de principios de este mes no modificarán la situación en el reino alauí, enfrentado a un clima social difícil. Frente a la monarquía, la oposición experimenta dificultades para defender las pocas concesiones obtenidas con la Constitución de 2011. En un contexto de sometimiento de los medios de comunicación, la persona del rey Mohamed VI sigue siendo un tabú.
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