Francia no tiene petróleo, pero sí bosques. Al igual que un oscuro plumaje cincelado, extensiones de píceas descienden por el macizo de los Vosgos. Latizales de hayas y de castaños revisten las tierras húmedas de Normandía y tapizan el fondo del valle del Ródano. Arboledas de robles sésiles se petrifican en el humus de los bosques estatales de Fontainebleau, Bercé y Tronçais. Mientras en otras latitudes se hablaría de hidrocarburos, de arenas bituminosas o de gas de esquisto, los combustibles franceses se denominan álamo, tejo, sauce o almez. Según el último inventario forestal francés de 2014, 126 especies recubren el 30% del territorio y hacen de las extensiones boscosas francesas las terceras de Europa. La silvicultura nunca había ocupado tanto espacio desde la primera revolución industrial.
Estas cifras, casi mágicas, podrían inspirar un poema medieval recitado en el bosque de Brocéliande… Más concretamente resultan de una política que emprendieron desde 1663 (...)