En este inicio de verano, Bratislava muestra su indolencia. Los turistas se aglutinan en las callejuelas del centro histórico, restaurado durante las últimas dos décadas. A las laceraciones dejadas por el antiguo régimen –unidades habitacionales rectilíneas, una autopista urbana que corta la ciudad por su centro, entre el castillo y la catedral– se unen las del presente, con sus almacenes comerciales y sus nuevos y gélidos inmuebles de oficinas con los logotipos de compañías extranjeras. Su profusión da muestras de que, aparentemente, se ha vuelto a alcanzar la prosperidad. Además, algunos expertos muestran su entusiasmo: “Rendimientos económicos robustos, con un fuerte crecimiento que se basa en la buena salud del sector financiero, un nivel poco elevado de la deuda pública y una alta competitividad internacional que se beneficia de entradas de inversión masivas”.
Con ocasión de la festividad de San Cirilo y San Metodio (5 de julio), los aficionados a las (...)