“Sabíamos muy bien lo que era el apartheid”. Para Jean, ajustador en la fábrica siderúrgica de los Altos Hornos del Chiers, en la región francesa de Lorena, la opción de inmigrar a Sudáfrica no era algo anodino. Un simple encarte en el Républicain Lorrain bastó para que este esquirol se decidiera, cansado del clima político de los años 1960 y de los sindicatos.
La oferta dirigida “a las personas interesadas en inmigrar a Sudáfrica” prometía alojamiento y empleo en la Iron and Steel Corporation (ISCOR), el productor de acero más importante del país. Al igual que Marcel, “considerado un fascista” tras su regreso de la guerra de Argelia en la que fue paracaidista, Jean aprovechó la oportunidad de unirse al último “bastión blanco” del continente africano. No despegaba ningún avión en mayo y junio de 1968; partió a principios de julio.
Para los 20.000 franceses que inmigraron a Sudáfrica en aquella época, (...)