Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, debe de estar lamentándose de haber asimilado un posible voto negativo de los británicos a un “inicio de la destrucción no sólo de la Unión Europea, sino también de la civilización europea” (BBC World, 13 de junio de 2016). Sin duda, la victoria del brexit representa un duro golpe para todo el Viejo Continente.
Porque esta vez va a ser difícil ignorar el sufragio universal apoyándose en una clase política impugnada por el resultado del referéndum del 23 de junio para remendar un acuerdo rechazado por el pueblo. Nadie imagina en Londres una negación democrática tan flagrante como la que fue perpetrada en Francia y en los Países Bajos después del voto negativo de mayo y de junio de 2005 sobre el Tratado Constitucional Europeo. También es dudoso que se pueda tratar a los británicos con tanto desprecio como se trató a los griegos, los (...)