Se acerca la hora del balance para el Partido Socialista (PS) francés. Pocas veces un partido ha resultado dañado tan rápidamente tras su paso por el poder. En 2012 tenía en sus manos todo el conjunto de poderes. Cuatro años más tarde ha perdido un número considerable de electores y, a menos de un año de las elecciones presidenciales, no hay marcha atrás: no hay ninguna certeza de que François Hollande, quien, según todos los indicios, se prepara para solicitar la renovación de su mandato, pase a la segunda vuelta. La impopularidad del Presidente, así como la de su Primer Ministro baten récords históricos.
Las derrotas en todas las elecciones intermedias no han sido suficientes para detener una huida liberal hacia adelante, cuyo apogeo lo representa la “ley de reforma laboral”. A pesar de una tímida mejora del empleo, que seguramente servirá para justificar la candidatura de Hollande, la política de (...)