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Inventar la alegría

Durante los primeros años de la Revolución rusa, una intensa efervescencia llegó a todos los ámbitos del arte, y sobre todo al teatro. Anatoli Lunacharski, responsable de la política cultural, fue su garante y uno de sus teóricos. El realismo socialista, promovido con Stalin en 1934, le puso fin.

por Evelyne Pieiller, julio de 2016
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LIUBOV POPOVA.- Ropa de trabajo para el actor número 5, 1921.

La guerra civil ya se prolonga desde hace tres años, la guerra con Polonia acaba de estallar y, como pronto lo dirá Lenin, Rusia está amenazada por una hambruna: tal vez haya otras urgencias distintas a los planteamientos estéticos, tanto más cuanto que el analfabetismo es masivo. Sin embargo, en 1920, cuando Anatoli Lunacharski (1875-1933), Comisariado Popular para la Instrucción Pública, responsable en particular de lo que hoy se llamaría cultura, pregunta “¿Qué puede aportar la revolución al arte, y qué puede aportar el arte a la revolución?”, el tema no parece fuera de lugar. La joven Rusia revolucionaria tiene un interés muy grande en el papel del arte. Es notable… e inquietante. Porque ¿cómo, por quién va a ser definido el arte auténticamente “de izquierdas”? (...)

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