El sol inunda la plaza principal de Silopi, ciudad de 80.000 habitantes del sudeste de Turquía, a menos de quince kilómetros de las fronteras con Irak y con Siria. Entre diciembre de 2015 y enero de 2016, las fuerzas de seguridad turcas atacaron duramente a la población y a los combatientes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una formación que se adhiere al confederalismo democrático (véase el artículo “Murray Bookchin, ecología o barbarie”) y reivindica la autonomía de los territorios de mayoría kurda. Los combates se desarrollaron a puerta cerrada: Silopi, varias veces sometida a largos toques de queda al igual que muchas otras ciudades, estuvo aislada durante 37 días.
En todo el país, los atentados apuntan regularmente a las fuerzas del orden, incluso en Estambul y en Ankara, y agravan la represión, que provoca nuevas represalias. Así, el 10 de junio, una organización radical disidente del (...)