En 2007, cuando comenzaba un cuarto ciclo de la mortífera “guerra de Saada” que enfrentaba al presidente Ali Abdalá Saleh con algunos miembros de la minoría zaidí chií, muy pocos habrían apostado a que el jefe de los rebeldes, Abdel Malek al Huti, se convertiría un día en el hombre fuerte del campo político yemení. Por aquel entonces era el nuevo jefe de los hutíes, un movimiento armado inspirado en su nombre y que opera en la región septentrional de Saada. Nacido a comienzos de los años 1980, había sucedido a su hermano mayor, muerto en combate en 2004, y a su padre, cuya salud se había deteriorado.
La reivindicación por parte de los hutíes de su identidad zaidí aparecía como marginal en un país que ya no se estructuraba prioritariamente en torno al debate entre zaidismo chií (aproximadamente un tercio de la población) y shafismo suní mayoritario. A favor de (...)