La vida de Catherine Taylor dio un vuelco el día en que un data broker (agencia de datos) personales apuntó por error en su historial: “Tentativa de vender y fabricar metanfetaminas”. Esta acusación falsa corrió como la pólvora a causa de las desenfrenadas ventas de datos sobre los consumidores. Cuando Taylor solicitaba un empleo, este estigma digital adherido a su ADN espantaba a los empleadores. Ni siquiera podía comprarse un lavavajillas a crédito.
ChoicePoint, una de las numerosas empresas de recogida de datos personales, terminó corrigiendo su metedura de pata. Pero muchas otras compañías a las que había vendido el historial de Taylor no siguieron su ejemplo. La interesada ha tenido que hostigarlos y perseguirlos judicialmente; procesos de los que sale agotada. “No puedo pasarme la vida en guardia”, contaba a la periodista del Washington Post que reveló su historia. Tardó cuatro años en obtener un empleo y, como no siempre (...)