La intervención militar rusa en Siria no era evidente. Durante el primer año del conflicto (2011-2012), el Kremlin consideraba que el régimen de Bachar el Asad sabría capear el temporal, siempre que estuviera protegido de las injerencias externas; no obstante, esta ilusión se desvaneció a medida que se intensificaban los enfrentamientos. Moscú intentó entonces tomar medidas para que Damasco y la comunidad internacional llegaran a un acuerdo. Por ello, los dirigentes rusos comenzaron estableciendo una distinción entre Bachar el Asad y el Estado sirio. Después de la experiencia de la desintegración de Libia tras la caída del régimen de Muamar el Gadafi en 2011, su prioridad era proteger las instituciones sirias. Pero, al mismo tiempo, seguían convencidos de que solo El Asad podía impedir el desmantelamiento del Estado sirio –lo que no significaba, sin embargo, que permanecerían eternamente vinculados a su persona–.
Las autoridades rusas nunca han confiado totalmente en El (...)