Al contrario que otros mercados, la industria del mantenimiento del orden no teme ni los problemas sociales ni las crisis políticas. Las revueltas de la “primavera árabe” de 2011 y las manifestaciones que han sacudido el mundo estos últimos años han disparado las ventas de gas lacrimógeno y de equipamientos antidisturbios. Con el libro de pedidos en la mano, los comerciales recorren el planeta. Ejércitos de expertos se mantienen al acecho de la menor agitación popular para aconsejar a fabricantes y compradores sobre las posibilidades de negocio. El gas lacrimógeno es sin duda alguna su producto estrella: considerado universalmente por los Gobiernos como el remedio más fiable e indoloro frente a la protesta social, una panacea contra el desorden, no conoce fronteras ni rival.
¿Qué daño causa a las víctimas? ¿Qué problemas plantea en términos de salud pública? Nadie lo sabe, ya que a nadie parece importarle. En ningún país existe (...)