La era digital no se molesta en localizar los datos. Nadie puede decir en qué disco duro está almacenada una fotografía del sitio de imágenes on-line Flickr o un vídeo de YouTube. Ni qué microprocesador está trabajando para uno. Cada vez más, esos procesamientos y esos datos abandonan el microprocesador familiar para unirse a centros remotos, a los que los usuarios acceden a través de internet de alta velocidad.
Esta arquitectura lleva el nombre de cloud computing (“computación en nube”): los datos están repartidos en una nube de máquinas, conformada por los cientos de miles de ordenadores-servidores que tienen los gigantes de la web. Como la información está grabada con varias copias en la nube, es posible repartir los cálculos para evitar las congestiones informáticas. Gracias a la nube de servidores, cada técnico informático dispone de una capacidad de procesamiento ampliamente superior a la de su propia máquina, e incluso mayor (...)