La situación de colapso del fotoperiodismo dentro de unos medios de comunicación cada vez más concentrados en unos pocos grupos propiedad del gran capital, es perfectamente lógica: en función de estas estructuras de propiedad, los contenidos –en particular los visuales–, deben ser un elemento más de la estrategia para ocultar la realidad significativa del mundo; y al mismo tiempo deben convertirse en una mercancía que no sólo no estorbe a las imágenes publicitarias –verdaderos emblemas del poder económico y principal fuente de ingresos de los medios de comunicación, sino que las implemente con eficacia.
La crisis del fotoperiodismo no es otra cosa que la crisis del propio periodismo y ha sido propiciada por la incapacidad de dar respuesta profesional al proyecto de los grandes poderes financieros de dominar el sentido del mundo a través del control de todos los campos y discursos de la representación, especialmente en los medios de comunicación.
Quien (...)