Petróleo a 50 dólares el barril, recalentamiento del clima, alerta por el terrorismo nuclear, contaminación urbana: se han encendido todas las luces rojas en materia de energía. Y como en todos los periodos de crisis, aparecen los nuevos profetas que proclaman su intención de salvarnos del desastre anunciado. Su inspiración proviene, evidentemente, de la ciencia y de la tecnología. Desde la fusión termonuclear hasta el almacenamiento en el subsuelo del gas carbónico que despiden las centrales de carbón; desde la “civilización del hidrógeno” hasta los satélites solares, esos nuevos gurús y sus seguidores nos proponen un amplio abanico de “soluciones” al problema energético mundial.
Los voluntariosos impulsores de esas soluciones, más o menos verosímiles según las leyes de la física, les atribuyen ciertas características evidentemente seductoras:
una capacidad potencial para resolver –definitivamente o casi, y durante siglos o para la eternidad– los crecientes problemas energéticos a (...)