El desastroso balance de la ocupación estadounidense de Irak no parece afectar –al menos por ahora– a la determinación de la Administración de Bush de proseguir con su “gran proyecto”: la remodelación de Oriente Próximo. En ese marco, la actual consigna consiste en designar a Irán como la “nueva amenaza”. Las “actas de acusación” labradas contra Teherán son análogas –hasta el punto de confundirse con ellas– a las que hace dos años se formularon contra el régimen de Sadam Husein: fabricación de armas de destrucción masiva, apoyo al terrorismo, vinculación con Al Qaeda…
Efectivamente, a diferencia del antiguo régimen iraquí, Irán ha desarrollado un programa nuclear que probaría, junto con su eventual uso con fines militares, las intenciones bélicas de Teherán. La asesora del Consejo de Seguridad Nacional y nueva secretaria de Estado de Bush, Condoleezza Rice, advirtió hace tiempo de que Washington haría todo lo posible para forzar a Irán (...)