Nueva York. Noviembre, 5ªavenida.
El sol es un platillo que ha estallado.
A la sombra, interrogué a mi alma extranjera: ¿esta ciudad es Babilonia o Sodoma?
Allí, en el umbral de un abismo eléctrico alto como el cielo, me encontré con Edward hace 30 años.
Los tiempos eran menos impetuosos.
Cada cual le dijo al otro:
Si tu pasado es experiencia, haz del mañana sentido y visión.
Vayamos, vayamos hacia nuestro mañana, seguro de la sinceridad de la imaginación y del milagro de la hierba.
Ya no sé si fuimos al cine esa tarde, pero escuché a antiguos indios que me gritaban: No confíes ni en el caballo ni en la modernidad.
No. Ninguna víctima interroga a su verdugo: ¿Soy tú?, si mi espada hubiera sido más grande que mi rosa… ¿habría actuado como tú?
Una pregunta así suscita la curiosidad del novelista en una oficina de vidrio que da sobre los lirios de un jardín… Allí donde la hipótesis (...)