El historiador griego Jenofonte decía: “la agricultura es la madre de todas las artes: cuando está bien conducida, todas las demás artes prosperan; pero cuando se la descuida, todas declinan, tanto en la tierra como en el mar”. Por haberla descuidado, el mundo se encuentra ahora con 852 millones de subalimentados, de los cuales unos 200 millones están en África.
El problema del hambre persiste, no por falta de alimentos –el mundo produce suficiente para alimentar a todos los habitantes del planeta–, sino porque los que tienen más necesidad están privados de los medios para producir o comprar los víveres para alimentarse y preservar su dignidad.
En 1996, en Roma, los jefes de Estado y de gobierno del planeta se comprometieron a reducir a la mitad, antes de 2015, la cantidad de personas que padecen hambre. Varios países en desarrollo han respetado ese compromiso lanzando vastos programas nacionales. Otros, lamentablemente, no han (...)