¿Puede tratarse la agricultura como cualquier otro sector económico? ¿Hay que abogar por la “excepción agrícola”? ¿Cuál es el objeto de las políticas agrícolas? ¿La Organización Mundial del Comercio (OMC) tiene que aplicar a la agricultura la regla general o elaborar un modo de intervención especial? Un observador que intente responder estas preguntas encuentra pocos interlocutores interesados en hablar de la realidad: los especialistas se dedican a las instituciones; los investigadores, al reajuste de las normas existentes, y muy pocos a la invención de nuevas normas. Profesionales, investigadores, expertos y políticos no pueden sustraerse a la presión que ejercen dos elementos antagónicos como son los derechos adquiridos y un cierto pensamiento dominante. ¿Cómo actuar de otra manera que no sea empezando por satisfacer necesidades? ¿Pero de qué necesidades se trata, y por dónde comenzar?
Tenemos que pensar simultáneamente en el aspecto mundial, europeo y nacional; agricultores y sociedad global; producción, sociedades (...)