La elección de Mar Adentro como candidata española al Oscar para la mejor película extranjera ha supuesto el pistoletazo de salida en la temporada cinematográfica de otoño. Estrenada unos meses antes, como su competidora La mala educación –a diferencia de la tercera en liza, Tiovivo c.1950, que sólo tuvo un estreno formal para permitirle competir y en realidad acaba de llegar al circuito comercial–, ha provocado un debate probablemente mayor que el de la película de Almodóvar, aunque cinematográficamente hablando, a mi juicio, no aguanta bien la comparación con una y otra. En todo caso, se trata de tres productos muy diferentes, tanto en términos de industria, como si hablamos de obras de creación artística y, por supuesto, en lo relativo a su función social.
Algo más que una película
Un canto a la vida y a la libertad. Ese sería, al decir de su autor, el sentido de Mar adentro. (...)