Para una parte de los ecologistas, la crisis medioambiental ha alcanzado tal magnitud que solo se impone ya una solución: el decrecimiento. En su opinión, el cambio climático no es el resultado de un modo de producción determinado por el mercado, y por ende irracional: deriva directamente del crecimiento, que engorda la demanda de energía y obstaculiza el objetivo de descarbonizar la economía. Y puesto que reducir la producción de bienes provocaría el efecto contrario, sería conveniente recortar la actividad. Este análisis presenta varias deficiencias.
Uno se olvida a veces de que los humanos no siempre son impotentes ante los desórdenes que generan. En los años 1980, la amenaza ecológica se encarnaba en el “agujero de la capa de ozono”, ese gas que nos protege de los rayos del sol, pero cuya presencia en la atmósfera iba reduciéndose. Ese fenómeno, que presagiaba cánceres de piel, epidemias de inmunodeficiencia, deterioro de las (...)