Y así, arrastrada por su egoísmo, su incompetencia y la ignominia más absoluta, la era Trump llegó a su fin. El multimillonario se guardó lo peor para el final. Tras perder las elecciones del 3 de noviembre de 2020, en vez de asumir su derrota, Trump se dedicó a inundar los tribunales con decenas de recursos –todos ellos rechazados incluso por los mismos jueces nombrados por él–, alegando que le habían robado la victoria mediante algún método sin especificar. Los republicanos más ambiciosos y jóvenes abrazaron este sinsentido y trataron de seguirle el juego a su presidente de la forma más descarada posible. La gota que colmó el vaso llegó el 6 de enero, cuando Trump arengó a una turba de fanáticos para que trasladara su protesta al mismísimo Capitolio, donde los parlamentarios se disponían a certificar los resultados del escrutinio electoral.
El mundo entero sabe lo que vino después: el (...)