Indudablemente, sería apasionante volver a hacer ese trayecto tortuoso y zigzagueante de borracho que recorrió toda Europa y que por fin terminó reduciendo todos nuestros males a cuestiones de competitividad y, poco a poco, a un problema de coste del trabajo. Quedaron olvidadas la crisis de las subprime, la crisis de liquidez bancaria, las gigantescas depreciaciones de activos, el derrumbe del crédito, la contracción de la demanda, la transformación de las deudas privadas en deudas públicas, las políticas de austeridad, etc. Como ya nos había explicado bien el entonces portavoz del Gobierno alemán Ulrich Wilhem en 2010, “la solución para corregir los desequilibrios [comerciales] en la zona euro y estabilizar las finanzas públicas radica en el aumento de la competitividad de toda Europa”.
Cuando se sostiene una explicación, hay que saber defenderla contra viento y marea, incluso contra vientos y mareas de rigor aritmético. Comprendiendo muy bien que, para ganar en (...)