La teoría económica dominante, llamada “neoclásica”, vive días difíciles. No sólo se van revelando los incestuosos vínculos de sus especialistas con las instituciones financieras, sino que también sale a la luz su responsabilidad en la última crisis. Los maestros indiscutibles de la disciplina estaban habituados a explicar que la autorregulación se justificaba por la perfecta eficiencia de los mercados, pues ella misma derivaba de la racionalidad inquebrantable de los agentes. Un cuento para niños crédulos que ha sido puesto en entredicho por la crisis financiera.
La espectacular invalidación de la doctrina dominante no deja más que profesionales desafortunados. Algunas corrientes alternativas, con un pasivo supuestamente menos cargado, se frotan las manos. Una de ellas parece particularmente bien posicionada para convertirse en la nueva doctrina dominante: la behavioral economics (BE) o la economía del comportamiento.
Sin dejar de estar en consonancia con la mayoría de los postulados de la economía ortodoxa, esta escuela (...)