En unos años, la imagen típica de un Chad pobre, aislado e inestable dio paso a la de una potencia regional ascendente, indispensable para la lucha contra el yihadismo en el Sahel y en África central. Regularmente denunciado por sus violaciones de los derechos humanos por Organizaciones No Gubernamentales (ONG), el régimen autoritario del presidente Idriss Déby Itno, en el poder desde hace más de un cuarto de siglo, se beneficia del gran apoyo de Francia, ex potencia colonial, y de Estados Unidos. ¿Cómo explicar semejante metamorfosis?
País bisagra situado en la encrucijada sahelo-sudanesa, Chad “se muestra como uno de los Estados relativamente estables de esa ‘línea del frente’ que atraviesa África de Sudán a Casamance, oponiendo el norte islamizado a un sur mayoritariamente animista y cristiano”, explica el geógrafo Géraud Magrin. También representa un “espacio transitorio” entre el África negra y el mundo árabe. Esta posición estratégica se ve reforzada (...)