Ouargla, desierto triste. El antiguo cine Le Sedrata no proyecta películas desde hace más de veinte años. No hay ninguna sala de teatro ni de espectáculos, ningún centro cultural ni biblioteca municipal, ningún espacio verde ni estadio de fútbol. Tampoco hay ningún café de mala muerte, ni siquiera sórdido y destartalado, donde tomar una cerveza o un whisky de mala calidad, como en Argel o en Orán. Sólo aceras destruidas, un viejo ksar (fortaleza) deshaciéndose en pedazos, y casas desprovistas de todo encanto, con fachadas y techos cubiertos de antenas parabólicas, que se extienden hasta el infinito. Los únicos lugares con vida, los cibercafés, son el refugio de jóvenes originarios de otros lugares, caídos en desgracia. Hasta el Frente de Liberación Nacional (FLN), el viejo partido conservador, instaló uno en sus locales.
¿Cuándo se preocupó Argel por última vez de esta gran ciudad de doscientos mil habitantes, capital de un vasto (...)