“En un futuro próximo, la clase media se convertirá en mayoría social”, pronosticaba Vladímir Putin el 29 de febrero de 2012, poco antes de su reelección a la presidencia de Rusia; mientras tanto, desde hacía tres meses, sus opositores ganaban la calle para denunciar “elecciones fraudulentas”.
Ubicada entre la nomenklatura omnipotente y el proletariado marginado, esta clase se reveló como objetivo esencial de las reformas políticas. A partir de los años 1992-1993, mostró dos caras distintas para el imaginario de los partidarios de una transición hacia el paraíso postsoviético. La clase media fue considerada a la vez como una capa estabilizadora, que impediría los conflictos entre grupos sociales antagonistas, y como el principal apoyo del nuevo régimen político.
Desde entonces, un debate recurrente sobre su importancia o su existencia se repite en la historia de Rusia o, por lo menos, en las revistas y en la televisión. Así, hipotéticamente, la crisis financiera (...)