La experiencia del desarraigo y el exilio forzado a causa de la represión, de la guerra o de los desastres naturales, constituye una característica intrínseca de la historia de la humanidad. El desplazamiento forzoso de poblaciones ha forjado el desarrollo de las grandes religiones y forma parte de nuestro patrimonio común. Sigue siendo una de las consecuencias más visibles y profundas de los conflictos y de la persecución.
El alcance de este tipo de desplazamiento es enorme y no muestra signos de desaceleración. Los conflictos armados y las violaciones de derechos humanos obligaron a casi 800.000 personas a solicitar asilo en 2011. Este año, tan sólo los combates en el norte de Malí han generado el desplazamiento de más de 200.000 personas, mientras que la crisis en Siria ha obligado a más de 65.000 a buscar refugio en otros países de la región.
Mientras vemos cómo emergen nuevos conflictos se mantienen los (...)