“¿Hay que aceptar que los comunistas o los terroristas se conviertan en banqueros?, se pregunta Jim Cramer, analista estrella del canal de televisión por cable financiero CNBC. Y el estruendoso comentarista responde: “No importa quien haga el negocio, por que estamos desesperados”. El ingreso casi simultáneo de varios fondos soberanos –fondos gubernamentales, casi siempre de los llamados países emergentes– en el capital de entidades financieras en dificultades ha suscitado diversas reacciones. Si bien los bancos no dejaban de alabar las ventajas que ofrecían inversores “masivos, pasivos y pacientes” de Asia y Oriente Próximo, los medios de comunicación y los sectores políticos han reaccionado con un sentimiento de resignación teñido de preocupación.
La necesidad de liquidez ha acabado con muchas reticencias. Sólo los fondos soberanos –inversores hasta entonces muy discretos– estaban listos para sacar a flote a los gigantes de las finanzas a punto de quebrar. El 27 de noviembre de 2007, (...)