Recordemos el diluvio de retórica optimista desencadenado por la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 y por la primera Guerra del Golfo (enero a marzo de 1991): Sadam Husein había sido expulsado de Kuwait y podía pensarse en un nuevo orden mundial futuro. En adelante las normas del derecho internacional y las resoluciones de Naciones Unidas se aplicarían en todas partes –incluso en Palestina–. Una ola de democratización iba a inundar con ímpetu todo el mundo árabe. Los criterios de la democracia y de los derechos humanos serían los mismos en todo el planeta, y los regímenes autoritarios se sentirían fuertemente incitados (pero no obligados) a democratizarse.
En el plano económico los “ajustes estructurales” (incluidas las privatizaciones y la reducción de las subvenciones estatales), los acuerdos comerciales de libre comercio, la llamada a la inversión y los incentivos a las iniciativas iban por fin a hacer surgir nuevas (...)