“Ya no toleramos oposición del interior. Tenemos que deshacernos de los que no siguen nuestro mismo camino”. Cuando el primer presidente de la nueva Federación de Rusia, Boris Yeltsin, hace esta declaración, los carros de combate T-72 rodean ya desde hace varios días el Congreso de los diputados del pueblo y el Sóviet Supremo. A partir del amanecer del 4 de octubre de 1993, crepitan las ametralladoras. Algunos comandos especiales se niegan a atacar a civiles cerca de la “Casa Blanca”, sede del Parlamento. Pero, bajo la dirección del ministro de Defensa Pável Grachov, los blindados disparan sus cañones. El edificio, de una blancura inmaculada, echa humo, ennegreciéndose rápidamente. Los primeros diputados empiezan a rendirse mientras se evacua a los muertos y heridos. El “presidente interino” de la Federación, el coronel Alexander Rutskói, y el del Sóviet Supremo, el economista checheno Ruslan Jasbulátov, abandonan la lucha; pasarán algunos meses presos. (...)
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En los orígenes del autoritarismo actual
Octubre de 1993, el liberalismo ruso al sonido del cañón
En la génesis de un nuevo poder autoritario en Rusia, se oculta demasiado a menudo un episodio clave. Desde 1993, la población mide los efectos de la “terapia de choque” impuesta tras el hundimiento de la URSS por las ideologías de mercado. Una mayoría de diputados intenta imponer otra vía. Pero, con el apoyo de los Gobiernos occidentales, el presidente Boris Yeltsin se lanza al asalto contra el Congreso.
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P.-S.
Véase “Para comprender la desaparición de la URSS”: El socialismo traicionado.