Inflexibles, intransigentes, decididos. En su lucha contra el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP por sus siglas en inglés), los ministros de Cultura europeos pasaron la prueba: cuando se quiere, se puede. Ganaron; la excepción cultural será preservada. Las negociaciones sobre “lo demás” pueden por lo tanto continuar.
La batalla fue homérica, dicen.
El 13 de mayo de 2013, se constituye un frente: la entonces ministra de Cultura y Comunicación francesa Aurélie Filipetti, respaldada por trece de sus homólogos europeos, dirige una carta a la presidencia de la Unión y a la Comisión. La gestión se acompaña de una petición que consiguió cinco mil “grandes firmas”. El correo, publicado en la web del ministerio francés, defiende el “respeto a la excepción cultural”, cuyo papel es “demasiado importante como para dejar las producciones culturales íntegramente supeditadas a la ley del mercado”. Nicole Bricq, entonces ministra de Comercio Exterior, insiste en (...)