En la dinámica de la construcción europea lo social es como el Edén, una promesa deliciosa. Como decía el poeta: “Un día vendrá, color naranja...”. Y habrá que soportar muchos sufrimientos (muchas reformas) antes de que un sistema social europeo responda a las necesidades de la población.
En realidad, la Unión económica y monetaria –que prefiguraba el Acta Única (1986) y que fue consagrada por el Tratado de Maastricht (1992)– creó un sistema político y económico que contribuye a restar legitimidad a las conquistas sociales y democráticas alcanzadas en los “Estados-nación” de Europa Occidental. Y la noción de “modelo social europeo”, elaborada por dirigentes políticos e intelectuales progresistas a partir de 1987-1988 para luchar contra ese fenómeno, resultó contraproducente y acabó en un enorme equívoco del que se valen aún las autoridades de la Unión Europea (UE).
Originalmente, el concepto de “modelo social europeo” debía sentar las bases de una intervención normativa (...)