Quisiera reflexionar acerca de uno de los ejercicios humanos más antiguos: el proceso por el cual, al correr de los años, e incluso de los siglos, hemos intentado eliminar a los pobres de nuestra conciencia. Desde siempre, pobres y ricos han vivido unos al lado de los otros, siempre incómodos, a veces peligrosamente. Plutarco afirmaba que “el desequilibrio entre los ricos y los pobres es la más antigua y la más fatal de las enfermedades de las Repúblicas”. Los problemas resultantes de esa permanente coexistencia entre opulencia y pobreza, y particularmente el de la justificación de la buena fortuna de algunos frente a la mala fortuna de otros, han sido una preocupación intelectual de todos los tiempos. Y siguen siéndolo en nuestra época.
Empecemos por la solución que propone la Biblia: los pobres sufren en este mundo, pero serán magníficamente recompensados en el otro. La pobreza es un contratiempo pasajero; si (...)