Su territorio se extiende desde las cumbres de la cordillera del Líbano hasta las montañas del gran Jurasán en el noreste de Irán, pasando por Mesopotamia, las costas del Golfo Pérsico –especialmente la región este petrolífera de Arabia Saudí– y la meseta iraní. La amenaza chiita surgió en los laboratorios de estudios estratégicos principalmente estadounidenses. Aliado circunstancial o supuesto de los enemigos de antaño, este poder chiita ocupa un lugar en la ya muy poblada galería de enemigos, amenazas y complots que perturban la frondosa imaginación de los habitantes de la región y a los que hay que combatir, repeler y desbaratar.
Sin embargo, incluso una rápida observación de la zona –y especialmente del poder religioso instalado en Teherán– incita al observador a desechar toda generalización precipitada con el fin de percibir mejor la diversidad del chiismo en Oriente Próximo.
Es verdad, por ejemplo, que los chiitas reclamaron una (...)