“La principal preocupación de la derecha: conservar el poder; mi mayor deseo: devolvérselo a ustedes”. Con lirismo y algunas reticencias, el candidato a la elección presidencial de 1974 François Mitterrand estigmatizaba la crisis de representación política. Hacía responsable a la Constitución de la V República, y en parte tenía razón. Lo que siguió probó cuánto más profunda era la crisis: de elección en elección, la brecha se fue profundizando, aumentaron tanto las abstenciones como los votos en blanco, hasta el desastre del 21 de abril de 2002. Los votantes impugnan cada vez más la legitimidad de los cargos electos y de las elites políticas.
Desde hace al menos 30 años en que se viene planteando la cuestión, se han ofrecido varios tipos de explicación: institucional (en el marco de la globalización, las opciones políticas ya no se tratan mediante el debate tradicional), económica (las presiones dejan poca libertad a los ciudadanos), (...)