En los Estados miembros de la Unión Europea (UE), la alternancia de los partidos en el gobierno permite a veces dar marcha atrás a iniciativas y legislaciones que han fracasado, o abolirlas. En la Unión, en cambio, el pasado se vuelve algo adquirido, que debe ser permanentemente reafirmado y protegido de toda crítica, por justificada que sea. Un ejemplo es el poder no compartido sobre la política monetaria, confiada a un Banco Central Europeo (BCE) que escapa a todo control político.
Mucho antes de que este régimen entrara en vigor, numerosos especialistas de todas las tendencias políticas habían expuesto sus inconvenientes. Sus estructuras eran profundamente antidemocráticas, en la medida en que privaban a los representantes electos, tanto a nivel nacional como de la Unión, de toda capacidad de intervención sobre las políticas macroeconómicas. Sus prioridades y sus objetivos eran completamente desequilibrados, porque se suponía que el BCE se concentraba en la (...)