Vista desde el resto de Europa, la generosidad del Estado de bienestar danés hace soñar: a cada recién nacido se le garantiza un lugar en una guardería infantil desde los seis meses; la salud es gratuita; el cuidado a domicilio de los ancianos es una práctica generalizada; los jóvenes gozan durante cinco años de un abultado subsidio de estudios, al cual se añade, cualquiera que sea la condición social de sus padres, un año sabático para descubrir el mundo si lo desean o, como sucede más a menudo, para repetir curso con el fin de aprobar el examen de ingreso a la Universidad…
Sin embargo, desde el comienzo de la crisis, los asalariados daneses tienen una duda. La flexiguridad, ese remedio milagroso contra el desempleo que tan alabado es en su propio país y en el resto de Europa, ¿los protegerá contra la peor recesión que el reino haya tenido que (...)