Hijo de un obrero y de un ama de casa, Antoine Bloyé asciende lentamente en la jerarquía social. A través de su retrato, Paul Nizan describe las costumbres de la pequeña burguesía bajo la III República.
Los vecinos de los Bloyé no querían envidiar al barrio rico: fingían creer que allí se desarrollaba una vida oprimida, sometida a leyes de hierro, a disciplinas cotidianas incompatibles con la idea que un pequeño burgués de provincia francesa puede hacerse de los placeres y la libertad de la vida. Se contentaban, a falta de algo mejor, con sentirse igualmente distantes de los obreros a los que despreciaban que de los grandes burgueses cuyas costumbres insólitas les proporcionaban constantemente motivos para no desear ni más poder ni más fortuna de la que tenían...
Decían que los ricos eran maleducados, pues no tenían las mismas obligaciones de educación que ellos, proferían habladurías y calumnias a su respecto (...)