Tlemecén, en el extremo noroeste de Argelia. Abandonamos la ciudad en dirección al sur. La carretera se eleva con rapidez, luego trepa en zigzag, rodeada de suntuosos paisajes de montaña. Aquí o allá, atravesamos aldeas colgadas en la roca. Allí habitan familias cuya vida, organizada en torno a una parcela y algunos animales, apenas ha cambiado en medio siglo. En ese árido paisaje del jebel hay pocos elementos modernos: el teléfono móvil, la antena parabólica para la televisión vía satélite y los bloques grises de hormigón de las nuevas casas. Llegamos a Beni Bahdel, una aldea situada a unos cuarenta kilómetros de Tlemecén, conocida por su inmenso embalse, construido por “los franceses”.
A sus 79 años, Abderrahmane Snoussi sigue viviendo de sus pocas cabras, a las que cada mañana lleva a pastar al terreno familiar, en las alturas. Harki de 1959 a 1962, el anciano acepta por primera vez hablar de (...)