“Guerra a puertas cerradas… muda… sin imágenes… virtual… sin enemigos… sin víctimas… sin prisioneros…”; las primeras semanas del conflicto en Malí, en enero de 2013, fueron desconcertantes tanto para los medios de comunicaión como para la opinión pública. Se sospechaba que “la grande muette” había elaborado cuidadosamente una comunicación semi hermética que, al contrario de los yihadistas, colocaba a Francia en el papel del bueno: el de madre de la victoria, con medios abundantes y probados, de táctica perfecta, a la que nada se le resiste. Habría logrado incluso conciliarse con la susceptibilidad del ejército malí, dando al mismo tiempo al presidente François Hollande la ocasión para una gira triunfal, parecida a la del “emperador” Nicolas Sarkozy al final de su aventura libia.
A mediados de enero de 2013, en las primeras horas de la intervención, un aluvión de ciento cincuenta periodistas se encontraba bloqueado en Bamako, la capital o, más (...)